Aprovechen estos días para inculcarle a sus hijos e hijas que no está nada bien ver tanta televisión.
A menos que sea Ávila TV.
Bueh... a menos que terminen de destruirla.
Salud).
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En agosto pasado, y en respuesta a la feroz campaña de criminalización que se fraguó en contra de Ávila TV, el documentalista Ángel Palacios no dudó en calificar el trabajo que se hace desde la planta televisiva como "la mejor experiencia comunicacional que se ha construido en el país en toda la historia de nuestra televisión". A su juicio, Ávila TV es "una televisora que inventa, que incluye, que le llega a los más jóvenes y que es voz de los más excluidos. Una televisora que no tiene miedo y que canta las verdades donde más duelen".
¿Palabras escritas al calor del combate deliberativo? ¿Un simple desliz valorativo? ¿El lenguaje propio de los apasionados manifiestos a favor de causas nobles, perdidas o bajo amenaza? A fin de cuentas, ¿quién es ese Ángel Palacios y a cuenta de qué viene a opinar sobre tal o cual asunto?
Por eso, supongamos que el documentalista incurrió en un exceso. Que no es cierto que Ávila TV sea "la mejor experiencia comunicacional… en toda la historia…". Supongamos que se trata, simplemente, de una extraordinaria experiencia comunicacional, de una televisora que inventa y se equivoca, que incluye, que sabe cómo hablarle a los jóvenes excluidos porque ellos mismos tienen voz dentro del canal. Supongamos que es una televisora que ha demostrado, una y otra vez, que no tiene miedo.
Suponga usted, estimado lector, que un buen día recae sobre sus hombros la responsabilidad de asumir las riendas de tamaña ferocidad. Para decirlo con palabras de Ángel Palacios: supongamos que un día cualquiera a usted le ponen en sus manos ese "irreverente y franco cañón que es Ávila TV".
Le ruego su atención, estimado lector, porque aquí vienen las preguntas claves: ¿qué haría? ¿Intentaría entender qué es lo que tiene de extraordinaria dicha experiencia o asumiría la actitud del experimentado que llega dictando cátedra? ¿Se sumaría a la invención colectiva o se limitaría a señalar los errores? ¿Cómo se relacionaría con esos jóvenes que siempre fueron marginados por su lenguaje, su ética y su estética, por la clase social a la que pertenecen? En suma, ¿qué haría con esos jóvenes que no siempre hablan su mismo lenguaje, que – aunque le cueste asimilarlo – se han forjado su propia ética, cuya estética no se parece a la suya y que, eventualmente, no provienen de la misma clase social que la suya? ¿Intentaría comprender esos lenguajes o los censuraría? ¿Escucharía o se creería con la misión de enseñarles a hablar? Enfrentado a éticas diversas, distintas de la suya, ¿se creería usted con el deber de enseñarles qué es la moral revolucionaria? Más aún: ¿sería capaz de proclamar que con usted llega la revolución en un lugar donde la revolución está en marcha mucho antes de su llegada?
Ahora supongamos que usted decidió llegar dictando cátedra. Que se limita a señalar errores, que censura lenguajes que no comprende y pretende enseñarles el habla a los ignaros. Supongamos que usted llega impartiendo lecciones sobre moral revolucionaria. Supongamos que usted se cree la revolución. Supongamos que los que ya estaban no están de acuerdo y que usted traduce el desacuerdo según la vieja usanza de los entendidos, preclaros e iluminados: pequeñoburgueses, individualistas, contrabandistas, alienados, desviados, malandros.
Suponiendo, estimado lector, que todo lo anterior fuera cierto, usted sería, antes que nada, el responsable de una pésima, mediocre, gestión. Una gestión que acabaría con una extraordinaria experiencia comunicacional. Usted convertiría una televisora "que le llega a los más jóvenes" en una televisora avejentada, sin alma, sin futuro. Usted convertiría todo un potente cañón en pólvora mojada. No sería la primera vez que se destruye un proyecto revolucionario en nombre de la revolución. A menos que la gestión de algunos consista en destruir esa clase de proyectos.
Supongamos, por último, que existen pésimas experiencias comunicacionales, que ni les llegan a los más jóvenes ni a nadie. ¿No valdría la pena mostrar un mínimo de disposición para iniciar un debate informado, franco, riguroso, profundo, que sea capaz de superar la modorra de los que, en lugar de intercambiar ideas, profieren consignas vacías y acusaciones sin fundamento?
Supongo que valdría la pena invitar a ese debate a los trabajadores de Ávila TV, esos que, según un tal Ángel Palacios, no sólo han demostrado que no tienen miedo, sino que además cantan "las verdades donde más duelen".
Mi comentario:
Hermanos, si ustedes pensaban que en plena era de guerra comunicacional los poderes instituidos de la derecha, del estado y del “sistema”, es decir, muchos escuálidos, una gran parte del chavismo y toda la maquinaria mediática le iban a regalar a la soberanísima chusma su arma más arrecha, ese equivalente a cañón láser de protones para disparar ideas para que pudieran usarlo contra ellos, verga, ustedes lo que estaban era apendejeaos.
Yo no puedo ver ÁvilaTV. No en mi apartamento, que sólo recibe cable dado que no tiene vista a las antenas, así que no conozco de ella más que lo que VTV retransmitió, que es muy poco... pero lo poco que vi me gustó. Había una mezcla de frescura, un aire de experimento comunicacional que quería ver crecer y que probablemente dió la excusa para su exterminio heródico.
Cuando dices que acabar con ÁvilaTV es un intento de acabar con el estado me dejas en duda. Porque yo también quisiera acabar con el "estado". Y no creo estar solo en mi anhelo: esa mierda se ha tragado a miles de potenciales revolucionarios y los ha seguido convirtiendo en, de todas las perversiones, la peor: funcionarios del estado venezolano, es decir, prolongaciones del adecopeyanismo ineficaz, oportunista y clientelar que esta revolución se suponía iba a erradicar. Bichos que renuncian a su obligación de pensar o criticar y compiten en gritar a voz en cuello ese güevito de "¡Ordene, mi comandante!", en vez de aportar su opinión. Carajos que viven de cuerpo o mente en Caracas la Capital y piensan como caraqueños, olvidando la variedad de la realidad provinciana.
¿Qué mejor que una televisora irreverente para recontrajoder esa mierda que sigue construyendo capitalismo urbano con tres erres incomprendidas y vestido de rojo?
No, claro que no nos la van a poner cuquita. "Darle" el poder al pueblo es una consigna que puede tener más acepciones que la que suponemos obvia, y más aún viniendo de un militar.
Pero vamos a suponer, y no tengo base para dudarlo, que el comandante aspira a una toma colectiva del poder popular y que, queriendo utilizar al estado para facilitar esa transferencia, comete el error de llenarlo de militares y militantes esperando casar eficiencia e ideología. Una estructura diseñada por la burguesía para perpetuarse a sí misma en el control en nombre del pueblo y manipulada durante la cuarta para asegurar espacios de dominación viene a ser penetrada por los más ortodoxos cultivadores de la obediencia a las cúpulas. Algo así difícilmente se presta a ser vehículo de la anarquía necesaria para romper esquemas mentales obsoletos como el de la piramide de bases numerosas recibiendo órdenes de la cúpula. Algo así tropieza con la hostilidad subalterna de los burócratas a los dirigentes paracaidistas, que se traduce en mal servicio de esos organismos.
Trátese de colapso interno o mala gerencia, la enormidad de lo que se puede perder no deja alternativa. Cayó YVKE. ÄvilaTV en peos. VTV como emisora del partido que elige delegados que van a especializarse en transcribir las líneas de Chávez en vez de transmitirle las ideas y demandas de las bases que los votaron.
¿Mi propuesta? La toma de esos espacios de comunicación. La organización popular necesaria para salvaguardar el derecho a expresarse, a demandar, a denunciar por encima de los subterfugios jurídicos y técnicos de Conatel y el MINCI y de la solidaridad automática en torno al proceso.
A espaldas de Chávez, quien habla de arrasar en las parlamentarias, se está formando un consenso mediático sobre la inevitabilidad de perder espacios en la asamblea. El argumento base es la mala gestión y la corrupción. Si dejamos que esas denuncias sean pescadas por la oposición mediática para malponernos antes que por el gobierno para enmendarlas estaremos dándole municiones electorales de peso al enemigo, que sabe cómo utilizarlas.
¿Será que ÁvilaTV y YVKE son recuperables? Es algo que le duele a mucha más gente que a los ex y a los nuevos trabajadores. El talento sin probidad es un azote; la probidad sin talento es otro más. Cuídame de mis amigos, que de mis enemigos me cuido yo.
Franco Munini.