sábado, 19 de mayo de 2012

¿Repolarizar?

 A principios de octubre 2010 se produjo un evento particular en el mundo de los blogueros locales: en un acto público Hugo Rafael hizo numerosas referencias a un artículo publicado por Reinaldo Iturriza en su blog "saber y poder" y lo invitó a seguir en la línea del análisis.
Me alegró ese reconocimiento público e inesperado al esfuerzo que hay tras las contribuciones, debates y propuestas que se hacen a través de los artículos y comentarios que escribimos en los blogs.
La respuesta de Reinaldo fue el artículo "Repolarizar", en su blog:
http://saberypoder.blogspot.com/2010/10/repolarizar.html
al cual hice el comentario que transcribo a continuación.  
 


¿Repolarizar? Bien, veamos: Hugo lee tu artículo el sábado, lo menciona el domingo, te entrevistan el lunes en VTV y a esta hora del jueves los comentarios eluden el abordaje del tema. Yo esperaba ver más público luego de esa propaganda. La lógica supone que este debate podría y debería ser seguido por el presidente, así que yo no me pelo ese boche.
 

He tratado de entrarle al asunto desde varios ángulos. La palabrita empieza con el prefijo "re" que suena a hacer algo que ya fue hecho; rehacerlo no porque necesitas más de uno sino porque por alguna razón lo ya hecho parece no funcionar bien para el propósito por el cual fue hecho.
Es el prefijo de reforma y de las 3Rs. Y el de retroceso. El de retirada. El de repetir. El de retornar. Hace antónimos progreso y regreso. No lo quiero así en evolución y revolución.


Inventar o errar. No podemos optar entre vencer o morir. Creación heroica. Tres voces, un rumbo común: avanzar sin descanso. Avanzar por dentro para hacernos dueños del futuro que vamos construyendo y desechar las estructuras usadas antes de que se conviertan en lastre.
 

El estado, los partidos, las ciudades, la escuela y la religión son fósiles de una era. Vivimos dentro de ese cadáver jerárquico momificado dándole aliento para que nuestra existencia parezca vida, mantenemos con nuestros esfuerzos el pulso de ese parásito colectivo que es el sistema y el hoy que tenemos.

Saltar a otra etapa es superar el miedo al cambio. Somos los únicos protagonistas de la nueva obra, los que quemamos los puentes al pasado sin temor a necesitarlo en el futuro en el que ese pasado sobra.


Aterrizando en lo práctico, lo que necesitamos es radicalizar los cambios para hacerlos irreversibles. El único chavismo real es - y no es broma - el chavismo sin Chávez. Es decir, aquel que sobrevive al recipiente corpóreo que lo produjo y trasciende como idea al futuro. 


La meta no es mitificar a un hombre, sino concentrar en su nombre las ideas y las acciones por las que será recordado, y resulta que Hugo ya tiene hoy el liderazgo y la orientación necesaria para que los cambios que promueva en Venezuela trasciendan las fronteras de tiempo y espacio.

Pretender que la estructura estatal de la cuarta sea vehículo de cambios revolucionarios es una temeraria imprudencia: ese aparato tiene como primera prioridad el asegurar su permanencia a costa de lo que sea.


Permitir que los citadinos puedan alimentarse sin conocer - no digo tocar - la tierra cultivada por los más útiles y menos reconocidos miembros de la sociedad asegura que la artificialidad precaria de la vida urbana siga siendo más importante que la soberanía aimentaria individual y colectiva.


Anhelar que un partido que parece diseñado por adecos pueda movilizar al hombre nuevo a defender "el proceso" ya demostró tres veces ser ineficaz. Ni himno ni patrullas bastan.


Esperar que una escuela diseñada para crear diferencias socio económicas produzca al venezolano que lea a Mészáros en sus ratos libres colide con la realidad de un sistema mundial que digitaliza y formatea la comunicación para convertirnos en ceros y unos.
 

Entregar el manejo de las dudas existenciales a un dogma cualquiera es una abdicación a la más pura manifestación de nuestra condición humana.

¿Qué tal suena el servicio agrícola obligatorio? ¿El diseño industrial con tecnologías e insumos artesanales propios para garantizar la soberanía? ¿La protección de los derechos mentales de los niños prohibiendo el bautismo y controlando la televisión hasta la mayoría de edad? ¿Los tribunales populares comunales? ¿Las asambleas de base? ¿La descongestión urbana? ¿La substitución y demolición masiva de viviendas precarias combinando mano de obra local y proyectos agroecourbanísticos de gran escala?
 

¿Qué tal si a ese elefante blanco que es Intevep lo obligamos a investigar sobre energías alternativas baratas y accesibles, y a las universidades sobre agricultura orgánica o la optimización de un vehículo totalmente hecho en Venezuela y libre de accesorios inútiles? ¿Cuánto tiempo más seguiremos basando nuestra economía en la venta de petróleo, un veneno planetario a través del cual importamos capitalismo? ¿Cuánto más grande necesita ser PDVSA antes de volver a atacarnos? ¿Cuánto sindicalismo tolera la CVG? ¿Cuántas organizaciones contrarias al proyecto de país son necesarias?
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Volviendo ahora al análisis de la palabrita esa llena de buenas intenciones y que requiere un manual de instrucciones para su traducción al lenguaje popular, en especial para "los jóvenes de los barrios que no manifiestan ningún interés por la política":
Lo relevante es que por tercera vez una porción significativa de la población dejó de acudir a defender la imagen que tiene del proceso. Parece que las estrategias del capital no sirven para vender la revolución. El partido no moviliza en las áreas que la exclusión ha segregado hacia la anarquía y la no pertenencia.
 

Chavismo no es sinónimo de pobreza: otros serían los números si así fuese. Chávez no es el líder automático de los barrios: satisfacer las necesidades inmediatas por medio de la servidumbre, la droga o la delincuencia construye por la fuerza y por la dinámica de la supervivencia otros liderazgos sin esperanzas en ese submundo de pobreza y exclusión tan necesario para el capitalismo.

Socavar las bases de un modus vivendi que ha probado ser eficaz para acceder al capital que fluye en las urbes tomará mucho tiempo, y más si el sistema sigue alimentando las condiciones que lo sostienen promoviendo los valores producidos por y para el capitalismo y el individualismo.
 

La exclusión deja marcas: los surcos labrados por las experiencias vivas del entorno inmediato siguen siendo los caminos más directos para sobrevivir en el aquí y ahora.
 

En este escenario, los discursos y las acciones deben ser sólidamente pragmáticas y serias. Las personas curtidas por la necesidad no pueden perder tiempo en farándulas electorales ni entregarse a defender un proyecto político si lo estiman caprichoso o coyuntural. Más aún: simplemente no ayudan a ningún aspirante a burócrata, es decir, un tipo diferente a ellos, un incluido, a conseguir cargo, sueldo y poder y a alejarse más de ellos.

Franco Munini.           muninifranco@gmail.com