En alguna película, probablemente una de esas producciones de drama y terror elaboradas en Hollywood, escuché una afirmación de esas que a uno no se le puede escapar: "El mayor éxito del diablo es convencerte de que él no existe."
Vaya. Es interesante encontrar esta admisión de culpabilidad en uno de los productos de esa maquinaria de moldeo de la siquis colectiva que forma parte del inmenso arsenal de dominación del imperialismo; independientemente del contexto de la oración, es una verdad subversiva y esclarecedora. Veamos porqué.
La semilla primordial de la justicia social es la verdad; la acumulación de verdades constituye el primero y más importante de todos los poderes: el conocimiento. Cuando nuestros ancestros primates aprendieron que era más fácil comprar el botín y el apoyo de otros congéneres más fuertes y más brutos que defender a pulso su propio botín iniciaron la estructura del manejo del poder. Acumular botín y poder permite transar parte del botín o alguna hembra para comprar más protección, más botín y hembras y, más importante, comprar el conocimiento (el fuego, un arma, semillas) que otros primates pudieran ceder.
Ahora surge el problema de transmitir ese poder a los vástagos, esos monitos babosos y malcriados que no gozan todavía del respeto de los protectores a sueldo. Es el momento de las protoreligiones que confieren un carácter mágico y místico a la herencia genética. Aparece una nueva casta humana que promueve el culto a la sangre azul a cambio de botín y protección. Aparece, pues, la desaparición de la verdad y la apropiación indebida del conocimiento, es decir, la génesis de lo que hoy llamamos prensa y opinión pública.
Estos eventos (o algo parecido, claro) se dieron en varias partes al comienzo de la historia. Varias veces se encontraron y mataron mutuamente los seguidores de uno y otro culto, varias más se asociaron los reyezuelos para acordar el goce y reparto de botines compartidos mayores. Ese poder es el conocimiento de la necesidad de crear miseria para comprar las horas hombre de los pobres por migajas, y ha sido transmitido de cada generación a la siguiente con más rigurosidad que la de las leyes de la genética; es el sustrato ideológico de los Mendozas y los Lópeces y las Machados de hoy, acompañados ellos de sus respectivos cortesanos locales y de sus jerarcas superiores en el norte y ultramar de quienes reciben instrucciones para conservar ese poder en las manos apropiadas.
Los pobres no recibimos ese conocimiento y particularmente no se nos enseña a unirnos para enfrentar ese poder. Ese poder se mantiene justamente porque ellos han aprendido a mandarnos y han perfeccionado sus técnicas durante siglos, mientras que los pobres nacemos ignaros a pelear entre nosotros por nuestra porción de miseria y a aprender a través del sistema educativo e informativo diseñado por ellos.
Cuando protestamos por las maniobras de los gobiernos USAmericanos olvidamos que su política internacional fue diseñada hace más de un siglo por magnates que pensaban exclusivamente en su propia preservación y que utilizaron todo su poder en asegurarse que el futuro diseñado se hiciera realidad inexorablemente. Obama, Kerry, Kelly y similares son payasos de un circo coreografiado por CNN y apoyado por la cortesanía latinoamericana que se niega a permitir que la justicia sea la que reparta a todos los bienes que nos guardan nuestras comarcas y que pretende ocultar la verdad que nos daría poder.
Cristo, Bolívar y Chávez quisieron que la verdad y el conocimiento fueran nuestras armas de liberacón. Si quieres reconocer al enemigo, fíjate en quienes se oponen a nuestra emancipación o quienes promueven que nuestros pobres vayan a pelear en contra de los pobres de otro país.
Franco Munini.
domingo, 1 de noviembre de 2015
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