viernes, 3 de abril de 2009

Contrato con la realidad-Comunicación y periodismo necesario

¿Cuál es el periodismo que queremos? ¿Qué papel jugamos l@s ciudadan@s en el proceso comunicacional, y cuáles son los límites de ese rol? ¿A quiénes va dirigido, por quiénes y con qué propósito? ¿Cómo modificamos lo que hemos estado haciendo hasta ahora para que sirva como motor para incluir a TOD@S l@s venezolan@s en la construcción de la Venezuela de TOD@S?

Responder estas preguntas y muchas otras que rodean al fenómeno comunicacional requiere de un análisis previo de la situación actual y sus causas, pero debe también contar con un razonable consenso sobre cuál es el periodismo que queremos, cuál debería ser la dinámica comunicacional y cómo y para qué debería ser "eso".

El brote de movimientos de expresión y comunicación alternativa aunado a un coro de críticas a diferentes facetas del proceso de información y comunicación nos bastan para señalar que algo está mal en el aparato de información y comunicación, tanto el público como el privado, tanto el nacional como el mundial; un análisis de todos los síntomas escapa el propósito de este artículo, pero es necesario para detectar, diagnosticar y curar la enfermedad que afecta la carrera del periodismo y la dinámica del proceso comunicacional.

Habría que considerar además la raíz histórica de nuestra forma de recibir, validar y aceptar información, y la evolución de los medios o vehículos a través de los cuales dicha información era y es recibida. Esto constituye uno de los diversos enfoques del análisis al que nos referimos antes, del cual nos interesa resaltar la direccionalidad y las intenciones de quienes manejan el proceso comunicacional; aún más, nos tocaría disertar sobre el hecho de que gran parte de esa historia comunicacional se desarrolló fuera de nuestras fronteras con tecnologías e intereses que nos eran ajenos.

Sin más preámbulos, caigámosle al meollo del asunto que nos convoca. Otr@s escribidor@s, más duch@s en el asunto, podrán elaborar los diagnósticos necesarios con los academicismos pertinentes a su carrera; ojalá lo logren sin necesidad de subir al pedestal de la colegiatura a esa estructura anquilosada y cuartorepublicana que es el CNP que sugiere que el "privilegio" de comunicar se obtiene gracias a un título universitario.

El mero hecho de que quien les escribe no es periodista sino ingeniero, así como much@s opinador@s que se interesan sobre este tema tampoco son periodistas, basta para indicar que el proceso comunicacional se ha vuelto, al fin, interactivo, involucrando a l@s usuari@s ya no solamente como consumidor@s sino también como productor@s de información y opinión.

Una de las facetas que me preocupan respecto a las propuestas de formación de consejos y frentes de comunicador@s es la pretensión de ubicarlas de cuajo en una de las dos aceras políticas (hay más, pero déjenme simplificar) al anteponer o incluir el adjetivo "socialista" en el nombre de las neonatas estructuras: Frensocal, el frente socialista de comunicadores alternativos, y el CNCS , consejo nacional de comunicadores socialistas.

Es mi opinión personal que estas estructuras no pueden y no deben cerrar sus puertas a las opiniones de l@s ciudadan@s que se identifican más con la oposición que con el gobierno, o con ninguna de las dos posiciones. De hecho, hay muchísimas personas a quienes el adjetivo "socialista" les produce cierta desazón, pero cuyas ideas están en realidad en el campo de la justicia social y el nacionalismo sano. Son venezolan@s con derecho a expresarse, y no podemos obligarles a hacerlo solamente a través de Globovisión o noticierodigital.

El proceso comunicacional es de carácter SOCIAL. Mucho ganaríamos si suprimimos cuatro letras para convertir la palabra "socialista" en "social". Porque de eso se trata en realidad: comunicación para la sociedad, para TODA la sociedad, comunicación social dirigida a la construcción del país de TOD@S.

Igual razonamiento podría utilizarse sobre el adjetivo "bolivariano" asociado a varias organizaciones gremiales que se autoproclaman simpatizantes del proceso político abanderado por Hugo Chávez, de no ser que el llegar a esos extremos sería una manera de minimizar el ideal de Simón Bolívar. Tal ha sido el incesante bombardeo mediático de las trasnacionales apátridas de la comunicación que el término se usa ahora despectivamente para crear una barrera entre venezolan@s.

La división de la sociedad en toletes hostilmente opuestos es un logro de la injerencia extranjera en Venezuela. Caer en el juego de separar a la ciudadanía en un "nosotros" y un "ellos" es no solo pueril e inmaduro: es extremadamente perjudicial para la necesaria cohesión nacional alrededor de un proyecto de país que beneficia a TOD@S.

Esa división, de la cual se benefician los extremistas y/o l@s delincuentes de ambos bandos, es azuzada por ell@s para desviar la atención pública de sus propias acciones en contra del patrimonio o para ganar capital político. "¡Soy más chavista que Chávez!", gritan a voz en cuello l@s tracaler@s rojipint@s esperando ganarse el favor presidencial o cubrir sus sucias maniobras con los dineros públicos; "¡Luchemos contra la tiranía castrocomunista!", se desgañitan l@s apergaminad@s líderes de la oposición mientras ocultan y protegen a varios delincuentes prófugos de la justicia por enriquecimiento ilícito y otros crímenes.

Esa división, esa misma división de la que hablamos se creó gracias al apoyo de los medios. Los nuestros y los de ellos. Por ello, al mirarlos desde esta perspectiva, los medios han jugado su propia agenda a nuestras espaldas. ¿Es razonable esperar que esos mismos medios sean ahora los que se dediquen a suturar las laceraciones en el tejido social venezolano? Eso sería lo deseable, en función de que los medios inciden en la opinión de sus respectivas audiencias, pero hete aquí el problema de la "línea editorial" y el compromiso comercial entre patronos y trabajadores de la industria de la comunicación. "Puedes tener tu corazóncito del color que quieras, pero vas a decir lo que yo te digo que digas" es un acuerdo tácito (y a veces ni tan tácito) entre los comunicadores y el patrono. Poderoso caballero es Don Dinero. Ya saben, tod@s necesitan llevar el pan a la mesa...

Pues no. NO. Me resisto a la imposición de una visión polarizada, simplista, complaciente, dogmatizada o prefabricada sobre la realidad. El compromiso con la verdad TAL COMO LA PERCIBEN l@s comunicador@s debe prevalecer por encima de las orientaciones políticas o empresariales de los medios para los cuales trabajan, aún en el rol que asumen como partidos mediáticos.

La oposición real, esa que tanto necesita este proceso, nacerá desde las entrañas del proceso y se enriquecerá con los aportes del sector menos "odiotizado" de la oposición actual. Esa nueva oposición sana, tan necesaria para denunciar las irregularidades de los funcionarios díscolos y producir acciones de gobierno más ponderadas e incluyentes, requerirá de un vehículo para expresarse, así como lo necesitaremos los anarcoides que apoyamos a este proceso mas no sentimos la compulsión de la solidaridad automática con líderes de dudosa reputación o decretos huérfanos de consulta a las bases.

Para la propaganda "oficial" de los bandos en pugna ya existen plataformas mediáticas y comunicacionales. El periodismo y la comunicación social son más que eso. El dilema ahora es que no disponemos de los medios para crear un vehículo independiente, así que nos toca subvertir desde adentro la manera en que se maneja el proceso comunicacional para prevenir los excesos de incondicionalidad asociados al clima de polarización política, relevar a las vacas sagradas de la opinión pública, colegiadas o no, cuando se obstinen en preservar el clima de conflicto de manera anacrónica a las necesidades reales del país, generar una visión más fresca y más nuestra de la realidad que vivimos y prepararnos para encarar las amenazas de la guerra de cuarta o quinta generación, que invaden el territorio sicosocial colectivo para convertirnos en enemig@s de nuestr@s herman@s.

Hay tres frentes desatendidos o pobremente atendidos por esta revolución. Uno es el frente ideológico, necesario para desconstruir la visión egoista, aislante e impregnada de antivalores que hemos aprendido de nuestro incómodo vecino del Norte y su manipuladora industria del entretenimiento. El segundo frente es el tecnológico, en el que necesitamos desprendernos de la manía de comprar los más modernos artefactos y retroceder unos cuantos pasos hasta el nivel en que podamos producir y reparar en nuestro país con nuestros artesanos los insumos de nuestras industrias, garantizando así nustra soberanía tecnológica (ojalá algún día tengamos la dicha de producir en Venezuela los motores de nuestros vehículos: tanto hierro, tanta siderúrgica y tenemos un siglo de atraso en ese campo).

El tercer frente desatendido es el frente comunicacional. A nivel interno, tras diez años de gobierno, seguimos teniendo niveles de abstención electoral cercanos al 40%. Es absolutamente inaceptable que un porcentaje tan elevado de la población siga indiferente a la posibilidad abierta para participar en el desarrollo del país y en las decisiones cruciales sobre su futuro. De alguna manera el mensaje del reggaetón prevalece sobre el mensaje del Libertador. Esa falla es nuestra, colectivamente hemos fallado en evangelizar a quienes más necesitan y se benefician de las acciones del gobierno bolivariano.

También hemos fallado en desmontar la maquinaria del odio que anida en ese antro de perversión que es la cúpula mediática de oposición, que se abroga el liderazgo, por no decir el nariceo, de l@s venezolan@s que adversan a Chávez. Los medios del estado bailan al ritmo que ponen Gloposición o El Nazional, siempre a la defensiva, siempre desmintiendo las lóbregas acusaciones que se lanzan sobre el proceso. Perdemos tiempo y recursos valiosos en rebatir la continuada satanización que se hace desde aquí por orden del imperio corporativo internacional, que sabe perfectamente bién el alcance de sus medios y sigue creyendo que la manera más cómoda de apropiarse de lo nuestro es a través de otra guerrita civil. Nos montan ollas de todo tipo, y caemos en la trampa y hasta las revolvemos. Los casos Rosales y Baduel pueden haber sido diseñados con precisión para desmoralizar a la ciudadanía a través del mensaje subliminal de la corrupción elevada a mal genético de l@s venezolan@s, a menos que los mencionados sean tan brutos o desprecien tanto las leyes y sus propias conciencias como para engolosinarse de esa manera con el dinero de tod@s.

Nos toca forzosamente desmontar esa perturbación mediática que pretende fragmentar a nuestro tesoro más preciado: nuestros jóvenes. A pesar de mi anhelo por la paz social, nos tocará mantenernos en situación de alerta por varios años más utilizando todos los recursos que sean necesarios para detectar los intentos de convertirnos nuevamente en colonia. En ello es fundamental contar con una red de información e inteligencia que permita desmontar las amenazas que se fraguan desde las estructuras de un estado megalítico que hemos heredado intacto con todos los vicios del pasado, con todas las redes que se tejieron desde los centros del poder político, económico, judicial y eclesiástico para mantener el dominio y los privilegios de las oligarquías y los magnates criollos. A ellos no les duelen nuestr@s hij@s, ni les preocupa colombianizar nuestra paz desde su indiferente desprecio a la sangre de nuestra juventud.

Pero también debemos ser creadores de futuro. Debemos enriquecer el horizonte de posibilidades de la ciudadanía, debemos contribuir con la educación y formación de una Venezuela capaz de hacer su camino. Debemos estudiar e investigar los experimentos sociales, administrativos y ambientales en otras latitudes para no quedarnos anclados en tesis ortodoxas, debemos favorecer el intercambio de información pueblo a pueblo, debemos prepararnos a horizontalizar el poder comunicacional para darle voz a las bases que conformarán el gobierno comunal.

En este punto el frente comunicacional interno se une con el frente ideológico, pues nada hacemos con un periodismo que sea apéndice de un partido. La postura crítica a lo interno debe permitir las expresiones de disidencia con las "líneas" del partido sin temor a ser etiquetadas como traición, debe darse cabida a las propuestas alternativas, aún el estímulo a la maduración del discurso de oposición para generar y elevar los niveles de debate. Debemos ser capaces de interpretar y conectar la Venezuela urbana con la Venezuela rural y de provincia, casi desconocida y muda esta última frente a aquella.

A nivel internacional, Venezuela es lo que Globovisión trasmite. Fuera de nuestras fronteras somos lo que dice CNN o FoxNews. Nos retratan el Washington Post y El País en sus editoriales emponzoñados, nos dibujan al gusto del Miami Herald, nos satanizan hasta los periódicos supuestamente de izquierdas como The Guardian. Y nosotros callados, porque al MINCI o al MRE parece que no les interesa invertir algo de la enorme suma que se dispendia a través del VIC o el VIO en un sistema de comunicaciones en varios idiomas que dé a conocer la realidad venezolana, con sus aciertos y sus bemoles, más allá de la frontera de los idiomas. Los cuatro gatos que hablamos otros idiomas además del español no tenemos a mano una plataforma que permita hacer publicidad de nuestros tesoros turísticos o nuestros productos de exportación, ni traducir y publicar en otros idiomas los artículos de nuestros pensadores, ni explicarle a los pueblos de otros paises cuál es la realidad de lo que acontece en nuestro paraiso bendecido por la naturaleza pródiga y sometido por siglos al pillaje interno e internacional. Si no le decimos a nuestr@s herman@s USAmerican@s y europe@s la verdad sobre lo que ocurre en Venezuela, ell@s no se opondrán a los intentos de invasión por parte del mismo imperio que los subyuga a ellos. ¿Entiende ésto el MINCI o el MRE?

La comunicación y el periodismo que necesitamos: un contrato claro con la realidad.

Franco Munini.

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