domingo, 9 de diciembre de 2007

El desvirgue.

La pasada semana, grávida en aromas de derrota roja, fue un poema al orgullo mancillado. La defloración electoral del proceso bolivariano.
Aporrea abrió una sección especial dedicada al análisis de las causas, a la lluvia de denuncias y acusaciones, a los mea culpa y al llanto fúnebre.
La oposición y sus medios se ufanan de la primera victoria, casi como si este evento marcara el principio del fin de su pesadilla mediáticamente amplificada.
La escena más común para nosotros debe haber sido el caminar con la mirada baja, sin la menor gana de encontrarse con la expresión triunfal en las caras del escuaca promedio, y ni hablar de los sentimientos de culpa de los altos funcionarios que tenían algún cargo volátil en esa estructura etérea, demagógica y cuartorepublicana llamada Comando Zamora al enfrentar a la víctima principal de susupuesta ineptitud.
No pudo el recato durarle mucho siquiera al dueño del himen rasgado:luego de una elegante resignación al desflore cuando aún manaba esa sangre virginal, la embarró ante lo más granado del conservadurismo y el ritual evocando el origen fecal del resultado electoral frente al alto mando militar.
Tenía que pasar alguna vez, y pasó. Ya la revolución no es inmaculada, ya sabe del pecado de la derrota, ya no se puede hablar de nueve o más arepas ni flamear la bandera de la victoria inmarcesible.
Se ha escrito hasta la saciedad de la guerra sucia, de matrices mediáticas, de la resistencia acérrima de los sectores más conservadores... como si fuesen actores nuevos.
No lo son, y lo demuestra la matemática; la oposición sigue en su misma magnitud, y algunos de los votos que marcaron la derrota fueron"nuestros"... porque la propuesta inicial tenía algunas taras que la asamblea terminó de embarrar, y porque no se supo "vender" bien la propuesta.
El triunfalismo y la demagogia apostaron a la docilidad del votante para suponer que aceptaría el paquete completo porque los beneficios compensaban las fallas.
Pero el pueblo habló, con sus afirmaciones, con sus negaciones y particularmente con sus abstenciones.
Y si este es un gobierno del pueblo, le toca escuchar bien y entender el mensaje.
Le toca darle al pueblo las herramientas para desarrollar SU propuesta, más directa y accesible, sin tanta palabrería leguleya, más abierta a opciones de aumentar su participación (ejemplo: disminuir el número de firmas necesarias para convocar referenda, hasta obviarlas de cuajo en el caso de los revocatorios de cargos de elección popular, y permitir la reelección indefinida de estos).
Una propuesta popular tendrá aceptación popular, gústele o no a quienes liban las mieles del poder constituido.
¿Perdió el pueblo? No. Tiene ahora el chance de elaborar una propuesta más a la medida del pueblo, sin subterfugios que en la práctica secuestran su posibilidad de participar en el gobierno real, el "alto"gobierno, y le dejan apenas unas rendijas de responsabilidad en la gestión local.
¿Perdió Chávez? Sí... y quizás haya sido la mejor cosa que pudo pasar, SI ES QUE APRENDE LA LECCIÓN, pues le queda abierta la vereda de una solución que lo acercará mucho más al ideal que sembró en el pueblo.
¿Ganó la oposición? No. Simplemente llegó al fin a aceptar la Constitución que rechazó en el 99, sin agregarle ni una coma.
La pelota está en nuestra cancha. Nos toca jugar con inteligencia y esfuerzo colectivo, sin distracciones inútiles de asambleas para un partido que no existe y que no hace falta si es que pretende seguir imponiendo la estructura piramidal de poder cupular contrapuesto al peso de la base.
Mientras tanto el ejecutivo deberá dedicarse de una buena vez a resolver los problemas que nos complican la vida. No hay excusa para que sigamos siendo víctimas de la delincuencia y del desabastecimiento, no hay excusas para la ineficacia de la burocracia estatal buchona y supernumeraria que se nos coló de la cuarta a la quinta intacta con todos sus vicios y se engrosó aún más en estos años, no hay justificación para construir nuevas estructuras para educación y salud si dejamos que la falta de mantenimiento y la negligencia las conviertan en cementerios de buenas intenciones.
Y no olvidemos la justicia, que tiene una deuda colosal con todos nosotros. No puede ser que un gobierno presidido por un militar no tenga los cojones necesarios para imponer orden por encima de las instituciones y del ejército de abogados codiciosos que secuestran ese derecho fundamental de la ciudadanía que es la justicia.
No puede ser que las leyes burocraticen el poder popular o se conviertan en obstáculos que impidan sancionar a los delincuentes, sean de shorts y cachucha o sean de cuello blanco, ni a los medios que nos magnifican desproporcionadamente esas mismas injusticias que generan insatisfacciones con el fin de convertirlas en chispas de rebelión popular o para desestabilizar al país y mantenerlo en una insana situación de zozobra.
Esas insatisfacciones roban votos, y en Venezuela no vota la CIA ni el Fondo Monetario Internacional; votamos los ciudadanos venezolanos, y con votos es que resolvemos nuestras diferencias, hasta ahora y ojalá por siempre.
La Asamblea Nacional y las asambleas legislativas estatales deben ser seriamente cuestionadas en cuanto a su efectividad en la solución de los problemas del colectivo; si no tienen contacto con este se convierten en unos cónclaves cerrados que deliberan a espaldas del pueblo que paga sus estipendios y que los eligió en muchos casos de manera anónima por el voto-lista.
No hay mal que por bién no venga; saquemos el máximo provecho de esta defloración para que nos convierta en adultos.
Franco Munini.

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